Si no puedes contra tu enemigo… ¿Únetele?

Después de varios meses tortuosos para los fanáticos de los Houston Rockets, por fin se confirmó la salida de la que fue su máxima superestrella por casi nueve años, James Harden. “La Barba” cambiará las fajitas Tex-Mex por los bagels y los sándwiches de pastrami. Ahora, jugará en el mejor barrio de la ciudad de Nueva York, me refiero a Brooklyn, por supuesto.

El “bombazo” de esta temporada se veía venir a kilómetros de distancia. Harden, frustrado por el desempeño de Houston en múltiples postemporadas, no ocultó su desencanto con la franquicia. Su deseo de jugar para un equipo que peleara por el campeonato hizo que más de uno ofreciera hasta las perlas de la virgen con tal de unirlo a sus filas. Y, ¿cómo culparlos? No todos los días un candidato anual al MVP se encuentra disponible en el mercado.

Los Brooklyn Nets apostaron a lo grande. ¡Tiraron la casa por la ventana! Ofrecieron futuros picks y hasta integraron a Cleveland en la ecuación para aterrizar la llegada de Harden. Con esto, han armado la tripleta más temible de la liga. Una ofensiva compuesta por Kevin Durant, Kyrie Irving y nuestro susodicho debería generarle mariposas en la panza a prácticamente cualquier equipo.

¿Pero son los súper Nets el mejor equipo de la liga? No. Es más, no creo que sean siquiera el mejor equipo de su conferencia. Si pretenden encontrarse con LeBron y los Lakers en las finales de 2021 tendrán que demostrar dos cosas. La primera es que pueden vencer a Boston en el Este de la NBA cosa que se ve difícil, aún con el nuevo tridente. La segunda es que Irving y Harden sean capaces de defender de manera eficiente. No es que sean malos, pero ambos defienden cuando quieren. Eso sí, lo única certeza es que ahora Brooklyn cuenta con el equipo más odiado de la liga.

¿Por qué digo esto de los Nets? Porque la situación de Harden evoca una práctica que muchos románticos del deporte rechazan, la conglomeración de superestrellas en un sola organización. Si bien es algo que ha sucedido siempre -y que seguirá sucediendo- cuando un equipo junta a una gran cantidad de deportistas excepcionales pasa de ser un competidor más a un candidato al título. ¿Y qué tiene de malo eso dirán algunos? En sentido estricto nada, pero el deporte es más que una competencia, es una narrativa y no hay narrativa más rechazada que la del equipo dominante.

Pero, ¿por qué nos molesta tanto esa narrativa? ¿Por qué crucificamos a LeBron James cuando dejó a Cleveland para jugar con Dwayne Wade y Chris Bosh en Miami? ¿O el mismo Kevin Durant cuando se unió a unos Golden State Warriors que venían de la histórica temporada del 73-9? Porque en el deporte estadounidense no hay algo que se desapruebe más que el camino fácil a la gloria. 

…el deporte es más que una competencia, es una narrativa y no hay narrativa más rechazada que la del equipo dominante.

Permítanme explicarles. ¿Cuáles son las historias que se nos quedan más marcadas? Las del equipo cenicienta, el caballo negro, el underdog. Es casi como si en nuestra programación estuviera el simpatizar por el Leicester en 2016 o los Cavaliers y los Cubs de los respectivos 1-3 en contra. Bien diría el Guasón, mueres como héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano.

Al final del día James Harden tiene sólo una cosa en mente y esa es ser campeón este año. Es la última oportunidad para demostrar que no es sólo un candidato anual al MVP, sino que tiene material de campeón. El reto y la presión son grandes, aún más después de haberle fallado a la ciudad de Houston constantemente en postemporada. No nos dejemos engañar, Houston no lo defraudó, él fue el que les quedó a deber año tras año. Ahora con nuevos aires y viejos amigos como compañeros intentará hacer una dinastía que quede en los libros de historia del básquetbol. De no lograrlo, ahí quedará su legado, el de un gran jugador que nunca supo jugar en equipo.

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